¿Has fracasado alguna vez? Yo sí, y estoy orgulloso de ello. El fracaso es el mejor maestro. Esto solo lo entenderás cuando te enfrentes a él cara a cara. Dicho esto, te acabo de dar la clave del progreso, y no llevamos ni tres líneas de correo.
Puedes marchar ya…
O puedes quedarte a acabar lo que has empezado.
Nos remontamos a cuando tenía 18 años. En bachillerato fui un estudiante de notable y, aun conociendo la dificultad que suponía por lo alta que era la nota de corte, tenía un claro objetivo en mente: estudiar medicina. Aunque mis notas eran muy justas para llegar a esa meta, estudié todo lo que pude; seguí con la cabeza alta, estudiando de manera constante. A pesar de todos mis esfuerzos no conseguí la nota que necesitaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que, a veces, por mucho que intentes y quieras algo, no es tu momento para conseguirlo.
¿Qué habrías hecho tú en mi lugar? (comenta tu respuesta, me genera curiosidad).
Mi primer pensamiento fue frustración. El segundo fue que necesitaba entrar en la carrera, si no es de esta forma será de otra. Como estaba un poco perdido, busque apoyo en mis profesores. Os presentaré mis dos testimonios principales. Mi tutora, y profesora de castellano, me dijo: “tal vez puedes estudiar una carrera más a tu altura, no sé, enfermería…”. En ese momento sentí que mi profesora me estaba infravalorando, no solo a mí, sino a todos los enfermeros y enfermeras. Mi segundo testimonio fue mi profesor de biología, quien me dijo: “puedes inscribirte en un grado superior, tomar un camino más largo y llegaras de igual manera a tus objetivos iniciales”. Eso hice.
Además, decidí repetir la selectividad y subir nota. Me pasé todo el verano encerrado en casa estudiando; suena divertido, ¿eh? Esta decisión me sirvió de mucho dos años más tarde, cuando con mi media de 9,5 del ciclo superior y la selectividad, pude obtener mi tan ansiado 12,707. Pero aquí no acaba todo, quedaba por superar el último obstáculo del camino: obtener la plaza.
En la primera asignación me volví a encontrar con el fracaso, ya que no fui admitido. Mi nota seguía sin ser suficiente, repetir la selectividad y estudiar el ciclo no fueron suficientes esfuerzos para obtener la plaza deseada. Volví a sentirme frustrado, por más que di todo, el esfuerzo seguía sin dar sus frutos, seguía estancado en el mismo punto de hacía dos años. Si te soy sincero, pensé en rendirme, aceptar que este no era mi destino y conformarme con una plaza en otra carrera de la rama de las ciencias. Por suerte, todavía me quedaba una última bala: la segunda asignación. La primera vez me quedé fuera por décimas, así que tenía esperanzas. Y, efectivamente, después de años de trabajo duro, largas horas de estudio y de agobio, conseguí la plaza de mis sueños y encaminé mi largo viaje para formarme como el cirujano que decidí ser.
El progreso empieza con un fracaso y acaba según tú decidas: rindiéndote o, con esfuerzo, llegando a tu meta.
Abraza el fracaso, aprende y sigue trabajando.
Me ha gustado mucho como lo has contado y volver el fracaso en un experiencia enriquecedora. Dónde estás en estos momentos es por decisiones acertadas y por méritos propios. Mi más sincera enhorabuena.
Lo fácil es rendirse cuando de antemano sabes que el camino para conseguirlo, va a ser tan duro. Sin embargo llegar al propósito después de tanto esfuerzo, es un gran logro personal. Gracias por compartir esta historia, es muy inspiradora.